LA ESPERA TRÁGICA de Eduardo Pavlovsky (1962)
Al comenzar la obra y
al levantarse el telón, deben estar en escena ÉL y ELLA. Estarán sentados en un
sillón colocado a la derecha del escenario. Están en una reunión social. Debe
oírse una música muy suave. La sala y lugar de la reunión debe ser un lugar
como “cualquiera” de “cualquier” reunión burguesa actual. Los demás personajes
que ocupan la escena son invisibles. Los personajes invisibles deben ser 27 -13
hombres y 14 mujeres-. Estos personajes, naturalmente, no se ven. Solo deben
verse ÉL y ÉLLA.
ELLA.- Lo
estrictamente cierto es que por pura casualidad nos hemos vuelto a encontrar
después de tantos años. No tiene idea de la alegría que me da este encuentro.
ÉL.- Es
verdad; es verdad, es realmente sorprendente. (Muy distraído) Perdón. (Cuando
pide perdón es para saludar continuamente a invitados que están en la reunión.
Saluda a alguien cortésmente con una sonrisa y un movimiento de la mano.)
ELLA.- La
verdad es que usted no ha cambiado nada.
ÉL (distraídamente).- Sí…
ELLA.- ¿Sí o
no?
ÉL.- Sí, No.
Digo que sí, que no he cambiado nada o, mejor dicho, que he cambiado. ¿O no?
Perdón. (Nuevo saludo de ÉL muy
cortésmente a otra persona. En este momento alguien le ofrece una fuente con
masas que él toma. Todo esto debe marcarse muy bien con mímica. ÉL hace como
que le ofrece.) ¿Prefiere comer o seguir hablando?
ELLA (Como si le hubiera oído).- No me
extraña su parecido con mi primo José. José hace veinte años se parecía
extraordinariamente a Ud. (Pausa)
Ahora diría que Ud. Se parece extraordinariamente a él.
ÉL.- ¿No es
lo mismo? (indiferente, come otra masa.)
Perdón. (Saluda.)
ELLA.-
Podría ser, pero es completamente diferente.
ÉL.- Claro,
completamente diferente.
ELLA.- En
ese caso…
ÉL.- En ese
caso… (Repite muy distraído)
ELLA.- ¿En
qué caso? (Vivaz.)
ÉL.- No,
todavía estoy soltero, semejante paso todavía no me animo a dar. (Se ríe.) Perdón. (Come otra masa y se llena la boca.)
ELLA.- Pero
mi primo José se casó y tiene dos hijos. Se llaman Ruperto y Aníbal. (En este momento él se levanta a buscar algo
para tomar. Da unos pasos y choca con alguna de las parejas invisibles que
deben estar bailando. Se debe disculpar exageradamente con gestos y modales
adecuados. Se sienta otra vez.) Aníbal es muy atractivo, casi diría
sorprendentemente atractivo, muy inteligente. Hubiera sido el mejor ingeniero
del barrio de no haberlo aplazado la maestra de 1° inferior. Fue abanderado del
colegio. Recuerdo con qué amor su madre le lustraba los botines en los días de
fiesta.
ÉL.- Los
tengo desprendidos. (Se los ata.)
Perdón.
ELLA (Extrañada).- ¿Qué es lo que tiene
desprendido?
ÉL.- Ya
nada.
ELLA.- ¿Nada
tiene desprendido?
ÉL (Confundido).- ¿Debería tener acaso?
ELLA (Atrevida).- Es que ustedes los
franceses… son tan distraídos.
ÉL (ruborizándose).- ¡Oh, perdón! Es que
estoy solo y no sé coser bien.
ELLA.-
Debería haberme pedido a mí. Yo sí sé coser. O a mi tía Eustaquia, o a Josefina
o a Ramira.
ÉL.- No las
conozco bien. No sé…
ELLA.- No se
preocupe, yo tampoco… Pero me han dicho que son buenas y que… (De repente se queda como sorprendida
mirando fijamente a uno de los personajes invisibles). ¡Oh, increíble!
Estaba recién hablando de Tía Eustaquia y esa señora que está allí es
completamente diferente de ella.
ÉL.- Que
casualidad. Yo tampoco lo había notado.
(Debe haber una pequeña pausa y ÉL debe hacer un cierto gesto de dolor.)
ELLA.- ¿Qué
le pasa?
ÉL.-Nada,
tengo colitis.
ELLA.- En
ese caso debería tratarse.
ÉL.- ¿Y en
otro caso?
ELLA.- ¿Qué
otro caso?
ÉL (Muy entusiasmado).-El caso del cuarto
amarillo. ¿No leyó en el diario? (Come
otra masa, se llena la boca y no puede hablar)
ELLA.-Mejor
que trague. (Le mete los dedos en la boca
para empujar la masa.)
ÉL (tragando con gran esfuerzo).-Gracias.
¿De qué estaba hablando?
ELLA.- ¿De
qué estaba hablando?
ÉL.- ¿No lo
recuerda?
ELLA.-Ah,
sí, ahora recuerdo. Le estaba contando del cumpleaños de mi tía Eustaquia. Ayer
festejó sus doce años y con motivo de su casamiento el padre le regaló un hijo.
Fue una ceremonia muy linda. Todos los niños estaban vestidos de blanco.
ÉL.- ¡Qué
barbaridad!
ELLA.-Con lo
caro que está actualmente el blanco. ¿Leyó el diario? Aumentó quince pesos el
kilo.
ÉL.- A mí no
me preocupa porque estoy a régimen. (Come
otras dos masas rápidamente.)
ELLA (Lo mira enternecida).- Es realmente
usted un hombre interesante. Jamás olvidaré esta inolvidable velada…
ÉL.- Yo
tampoco la olvidaré.
ELLA.- De
nada.
ÉL.-
Gracias. (Silencio. Deben comer
rápidamente sándwiches –pueden ser masas- al mismo tiempo y al mismo ritmo. El
ritmo debiera ser desparejo: una vez rápidamente, dos veces lentamente. Luego
deben comenzar a hablar al mismo tiempo y a decir lo mismo).
ELLA Y ÉL.-
Según las condiciones meteorológicas mañana será nublado en la mitad izquierda
del país, no así en la derecha.
ELLA. - ¡Oh!,
perdón. Dijimos lo mismo. (Coqueta)
ÉL.- No era
lo mismo. Usted dijo que según las condiciones meteorológicas mañana será
nublado en la mitad izquierda del país, no así en la derecha, y yo dije que las
condiciones meteorológicas indican que será nublado en la mitad derecha, y no
en la izquierda.
ELLA.- Ojalá
tenga usted razón.
ÉL.- ¿Por
qué?
ELLA.-
Porque mañana debo concurrir a un pic-nic en la mitad izquierda y no tengo
impermeable.
ÉL.- ¡Ah!
ELLA.- Gracias.
(En este momento debe aparecer en
escena como saliendo de entre los invitados, un hombre de bigotes, con rasgos
muy masculinos y anchos hombros. Preferentemente corpulento.)
ÉL.- ¡Oh,
qué emoción! Mi maestra de primero inferior. ¡Señora Eustaquia! ¿No me
recuerda? Soy Jorge Ottis, el mejor alumno de su primer grado inferior B, el
que le llevaba una manzana con gusanos gordos los martes a las 7 y 10.
EL
DESCONOCIDO.- ¡Oh! Perdón. Usted me confunde. Jamás fui maestra de ningún
primer grado inferior B.
ÉL.- ¡Oh!
Disculpe. Es asombrosamente parecido.
ELLA.- ¿A
quién? ¿A mi tía?
EL
DESCONOCIDO.- Solo fui maestra de primero inferior A-.
(Se siente entre los dos quedando los
tres muy apretados. Hay espacio en el sillón como para que se sienten
cómodamente. Están apretadísimos. Se mueven oscilando como si estuviesen en un
colectivo).
ELLA.- Ya no
se puede viajar así.
EL
DESCONOCIDO.- Yo por eso siempre viajo en taxi.
ÉL.- ¡Oh!
Perdón, señorita. (Silencio)
ELLA.- Papá
es gerente de una fábrica.
EL
DESCONOCIDO.- Papá no es gerente de una fábrica.
ÉL.- Mamá es
gerente de una fábrica y no le gusta el jamón cocido. (Silencio de unos cinco segundos.)
ELLA.- Todos
los árboles son vegetales.
EL
DESCONOCIDO (se levanta indignado).-
¡Mentira!
ÉL.- ¡Oh!,
perdón
(EL DESCONOCIDO se vuelve a sentar y
le pisa el pie a ELLA, que grita.)
ELLA.- ¡Ay!
¡Ay!
ÉL.- ¿Qué le
pasa? ¿Le duelen los pies?
EL
DESCONOCIDO.- Lo lamento sinceramente, pero no lo puedo remediar, siempre los
jueves me pasa lo mismo.
ELLA.- ¿Qué
le pasa? ¿Pisa a la gente?
EL
DESCONOCIDO.- ¿Qué hora es?
ÉL.- Hace media
hora que son las tres y media.
ELLA.- A mí
me duelen los pies.
ÉL.- ¿Con la
humedad?
ELLA.- No,
con los pisotones.
(Debe establecerse un diálogo
rapidísimo entre los dos. EL DESCONOCIDO está entre ellos y no habla, mira
hacia adelante con la vista perdida- Para hablar, tanto ÉL como ELLA deben
esforzarse para poder verse, pues el perfil de EL DESCONOCIDO los tapa.)
ELLA.- Tiene
usted aspecto de vigilante.
ÉL.- Lo era,
pero renuncié hace un rato. No me gustan los calcetines rojos.
ELLA.- Mi
madre también.
ÉL.- ¿Era
vigilante?
ELLA.- No,
no le gustaban los calcetines rojos.
ÉL.- ¡Ah!
ELLA.- ¡Ah!
EL
DESCONOCIDO.- ¡Ah!
(ELLA y ÉL deben mirar a EL
DESCONOCIDO como extrañados.)
ÉL.- ¿habló
usted?
ELLA.-
¿Habló usted?
EL
DESCONOCIDO.- ¿Habló usted?
ELLA.- Diga
algo usted.
EL
DESCONOCIDO.- Diga algo usted.
ÉL.- Algo.
ELLA.- ¿Yo?
EL
DESCONOCIDO.- ¿Yo?
ÉL.- ¿Yo?
ELLA.- ¿Mi?
ÉL.- ¡Viva
la patria!
(Deben aplaudir los tres durante tres
segundos, volviendo a la posición habitual)
ELLA.- No
puedo hablar.
EL
DESCONODICO.- Yo sí puedo hablar.
ÉL.- ¿Y por
qué no habla?
ELLA.- ¿Y
por qué no habla?
EL
DESCONOCIDO.- No puedo hablar.
ÉL.- Yo sí
puedo hablar.
ELLA.- Yo sí
puedo hablar.
EL
DESCONOCIDO.- ¿Y por qué no habla?
ÉL.- No
puedo hablar.
ELLA:- Todos
los hombres son iguales.
EL
DESCONOCIDO.- ¿Todos los hombres?
ÉL.- ¿Son
iguales?
ELLA.- Estoy
angustiado. Estoy sofocada.
EL
DESCONOCIDO.- Al revés.
ÉL.- Al
derecho.
(Silencio. Deben beber los tras al
mismo tiempo en forma rítmica)
LOS TRES.- Realice
en forma sistemática las diversas tareas que se le presenten ineludiblemente
todas las mañanas. No las deje amontonar ni las descuide. Yo dije que los
objetos de metal, cobre, bronce, lámparas y platería, también deben ser
agrupados para su limpieza ¿qué se yo?
ELLA.- Los
que dije yo, ¿o no?
ÉL.- ¿Qué
dijo usted?
ELLA (muy contenta).- El planchado bien
organizado toma menos tiempo que si se lo realiza sin un plan establecido.
EL
DESCONOCIDO.- Eso no se oyó. Se oyó lo que dije yo.
ELLA Y ÉL.- (asombradísimos).- ¿Y qué dijo usted?
EL
DESCONOCIDO.- Nada.
ELLA.- ¿No
se oyó nada?
EL
DESCONOCIDO.- No, se oyó nada.
ÉL.- ¿Se oyó
algo?
ELLA.- No se
oyó nada. (Pausa) Estoy angustiada.
EL
DESCONOCIDO.- Deberíamos preguntar.
ÉL.- ¿A
quién?
(En estos momentos debe entrar una
señora de unos sesenta años con un gato de juguete. Irá vestida de muy mal
gusto con un sombrero muy llamativo.)
ELLA.-
Pregúntele a ese señor.
EL
DESCONOCIDO.- Señor, ¿Oyó algo?
LA SEÑORA.-
¿Qué?
ÉL.- Lo que
hablábamos.
LA SEÑORA.-
Perfectamente, justamente me llamó poderosamente la atención que hablasen de
política. Es tan peligroso.
(Se sienta a la derecha de ELLA.
Están los cuatro muy apretados)
EL
DESCONOCIDO.- ¿Qué se oyó?
LA SEÑORA.-
Lo de Fidel Castro.
ELLA (Asombradísima).- ¿Fidel Castro?
ÉL.- ¿Fidel
castro?
EL
DESCONOCIDO.- ¿Fidel Castro?
LA SEÑORA (Asombradísima).- ¿Fidel Castro? Ah, sí,
lo recuerdo perfectamente. Ustedes dijeron al mismo tiempo: Fidel Castro es un
barbudo.
ELLA.- ¡Oh!
ÉL.- ¡Oh!
EL
DESCONOCIDO.- ¡Oh!
LA SEÑORA.-
O, pero sin hache.
ÉL.-
Mentira, yo no dije eso.
ELLA.- Yo
tampoco
EL DESCONOCIDO.-
Yo también
ÉL.- Yo dije
que Fidel Castro era rojo.
ELLA.- Yo
dije que Fidel Castro era amarillo.
EL
DESCONOCIDO.- Yo dije que Fidel Castro era verde.
ELLA.- Ah,
pero entonces fue usted.
LA SEÑORA.-
Sí, fui yo.
EL DESCONOCIDO.-
Claro que fui yo.
ÉL.- Debería
darles vergüenza.
LA SEÑORA.-
Les voy a contar un cuento. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
EL
DESCONOCIDO.- Increíble.
ELLA.- Increíble.
ÉL.- Creíble
LA SEÑORA.-
¿Otro cuento?
EL
DESCONOCIDO.- Sí, sí, por favor. (Entusiasmado)
ELLA (Entusiasmada).- Sí, sí, por favor.
ÉL.- no, no
por favor.
LA SEÑORA.-
como quieran: clasifíquenlas, agrúpenlas por categorías y decidan el día que
más les conviene dedicarse a ellas.
ELLA.- ¿A
nosotros?
EL
DESCONOCIDO.- ¿A nosotros?
ÉL.- A mí.
LA SEÑORA.-
No, a mamá, a mi hermana menor, y a mi primo Jorge que ayer no se operó de
apendicitis.
EL
DESCONOCIDO.- Qué casualidad! No lo conozco (Pausa)
¡Cómo habrá
sufrido!
ÉL.- Yo
también.
LA SEÑORA.-
También se llama José.
EL
DESCONOCIDO.- ¿Fuma usted?
LA SEÑORA.-
No, todavía no. Prefiero chupete. (Saca
un enorme chupete que se pone en la boca y dice en voz alta, tomando el chupete
con la mano izquierda) Ser o no ser. Vamos Lucrecia. (Se lleva el gato. Al retirarse debe hacer que se roza con los
invitados que están bailando y hace algunos saludos).
EL
DESCONOCIDO.- ¿Por qué se fue?
ELLA.- No se
fue.
ÉL.- ¿No se
fue?
EL
DESCONOCIDO.- Si se fue.
ELLA.- ¿Qué
es fue?
ÉL.-
¿Fue-fue-fue? En mis treinta años nunca pensé en la palabra fue. Es bonita.
¿Eh? Efe –u –e. Efe-u-e.
ELLA.- ¿Cómo
efe-u-e? ¿Efe-u-e? ¿Cómo? Que angustia. Estoy sofocada. Nunca imaginé que se
pudiera pensar tanto en las letras que forman las palabras. Si yo digo fideo,
no pienso en efe-i-de-e-o, pienso en la comida fideos, no en las letras.
EL
DESCONOCIDO (aislado).- A mí también
me gusta la sopa de letras.
ÉL.- Yo
estoy a régimen, por eso pienso en las letras y no en la comida. Así, cuando
tengo ganas de comer una torta de frutillas no pienso en una torta de frutillas
sino en las letras. Así como las letras y no engordo. Es por prescripción
médica.
ELLA.- ¡Qué
horror!
EL DESCONOCIDO.-
¡Qué horror! Comerse una prescripción médica.
ÉL.- Debe
usted ir a visitarlo. Es el mejor dietista de todo el país.
ELLA.-
¿Quién, su médico? ¿Qué dirección tiene?
ÉL.- Ya es
tarde.
ELLA.-
¿Tarde?
EL
DESCONOCIDO.- ¿Tarde? Me voy. (Intenta
pararse y ÉL lo detiene tomándole del brazo).
ÉL.-No, no
se vaya usted, mi buen sombrero, digo que es tarde para ver a mi médico. (Conmovido) Murió pasado mañana en un
accidente. Un tren atropelló su auto. Menos mal que él pudo saltar a tiempo y
salvarse.
ELLA.-
Pobre.
EL
DESCONOCIDO.- Rico.
(Los tres deben comer al mismo tiempo
y tomar rítmicamente. De pronto los tres deben decir al mismo tiempo lo que
sigue)
LOS TRES.-
Hay mucha gente, ¿no? (En tono debe ser
muy logrado, deben tratar de no superponerse hablando).
LOS TRES.-
¡Qué casualidad, qué casualidad! (Pausa)
LOS TRES.-
¿Quién habla, usted o yo? (EL
DESCONOCIDO, que debe estar en el medio, no debe mirarlos, debe mirar hacia
adelante. ÉL y ELLA se deben mirar extrañados. Están confusos.)
LOS TRAS.- Cállense
(pausa) quiero decirles una cosa. Por
favor. Escúchenme. No puedo más. ¿Quién habla? (EL DESCONOCIDO debe estornudar tres veces seguidas).
LOS TRES.-
Salud.
LOS TRES.-
Gracias-
LOS TRES.-
Este chaleco es una de las prendas más indispensables para vestir bien.
LOS TRES.-
Si no me escuchan a mí me voy. Estoy harto de oír hablar a ustedes dos. (Pausa. Deben comer los tres rítmicamente).
LOS TRES.-
Oigan, ¿Me dejan hablar a mí?
LOS TRES.-
¿A usted?
LOS TRES-
Sí, a mí.
LOS TRES.-
Bueno, hable.
LOS TRES.-
Gracias, muy amable. Sabía que terminaríamos por entendernos. Con gente
civilizada no puede ocurrir otra cosa.
LOS TRES.-
Gracias por lo de gente civilizada.
LOS TRES.-
De nada. (Los tres deben bostezar y en
pleno bostezo los debe interrumpir una explosión. Temblarán como si el piso se
les moviera)
ELLA.- ¿Qué
fue eso?
ÉL.- Qué mal
chiste, señorita. Esos chistes no se deben hacer nunca en reuniones sociales.
EL
DESCONOCIDO.- ¿Fue un chiste o una bomba?
ÉL.- ¿Y no
es lo mismo? No le da vergüenza hacerse la desentendida (indignado) ¡Quién iba a suponer que usted era anarquista!
ELLA.- Yo no
puse ninguna bomba.
EL
DESCONOCIDO.- ¿De crema?
ÉL.-Es lo
mismo. De todos modos esas cosas no se deben hacer. Por lo menos nos debía
haber prevenido.
EL
DESCONOCIDO.- La política debe dejarse a un lado, totalmente a un lado.
ÉL.- ¿De qué
lado?
EL
DESCONOCIDO.- A la derecha, a unos treinta metros de la estación.
ELLA.-
Ustedes no me hubieran entendido jamás. (Con
tono melancólico) Por eso no les avisé. Jamás hubieran aceptado ser amigos míos
si yo les hubiera dicho la verdad.
ÉL Y EL
DESCONOCIDO.- (Sentenciosos) La
verdad es siempre la verdad.
ELLA.-
Lamentablemente la vida es así, cuesta mucho hablar y ser escuchada. Algo pasa
con la gente. ¿Por qué no nos entendemos? ¿Por qué yo no lo entiendo a usted y
usted no me entiende a mí? (Con tono
amargo)
ÉL.- Porque
usted habla francés y yo Ingles.
EL
DESCONOCIDO.- Hubieran avisado, yo solo hablo el español. Con razón no entiendo
nada.
ELLA.- De
todos modos no nos entenderíamos aunque hablásemos el mismo idioma. Algo pasa
con la gente. ¿Creen ustedes que se entienden, por ejemplo, todos los que están
en esta reunión? En esta amable reunión. Miren esa pareja. (Los tres deben mirar hacia una de las parejas invisibles) ¿Harán
algún esfuerzo por entenderse? ¿Por comprenderse?
ÉL.- Yo no
puedo hacer esfuerzos porque tengo una hernia inguinal. Me lo prohibió el
médico.
EL
DESCONOCIDO.- ¿Cuál? ¿El que murió mañana a la mañana?
ÉL.- No, el
hermano.
ELLA.- Algo
pasa con la gente. Algo pasa con las palabras. Decimos palabras y las palabras
no nos unen, nos separan. Las palabras forman puentes que nos separan.
EL
DESCONOCIDO.- El puente de Waterloo. Yo vi esa película con mi novio.
ÉL.- Yo
también.
EL
DESCONOCIDO (celoso).- ¿Con mi novio?
ÉL (con miedo a la reacción de EL DESCONOCIDO).-
No, sin mi hermano.
ELLA (Intrigada. Debe hablar como indiferente al
diálogo de ellos).- ¿Para qué decimos tantas palabras? ¿Para qué hablamos
tanto? Mejor no hablar. Solo se puede hablar si podemos comunicarnos hablando,
de lo contrario mejor es callar. No nos entendemos.
EL
DESCONOCIDO (Conmovido y mirándola).-
No se preocupe, este año comienza un curso acelerado de francés y creo que al
finalizar vamos a poder entendernos.
ÉL.- Yo
también estudiaré francés (con ternura)
Es muy lindo idioma.
ELLA.-
Gracias, muchas gracias, amigos míos. No saben cuánto se los agradezco. Da
alegría ver que todavía hay gente buena como ustedes. Pero me temo que ya sea
demasiado tarde.
EL
DESCONOCIDO.- Cierto. Me voy a tener que ir yendo.
ÉL (deteniéndolo).- ¿Adónde?
EL
DESCONOCIDO.- No lo sé, pero hace un rato lo sabía.
(ELLA queda pensativa, mientras ÉL y
EL DESCONOCIDO dialogan. Da la impresión de que empiezan a entenderse por
momentos)
ÉL.- ¿No
tiene casa?
EL
DESCONOCIDO.- Nunca tuve.
ÉL.- ¿Y dónde
va a dormir?
EL
DESCONOCIDO.- No duermo.
ÉL (absorto).- Y si se cae.
EL
DESCONOCIDO.- Me levanto.
ÉL.- ¿Y si
se vuelve a caer?
EL
DESCONOCIDO.- Entonces no me levanto.
ÉL.- ¿Y qué
hace?
EL
DESCONOCIDO.- Duermo. Son las mejores siestas.
ÉL.- ¡Cómo
se aprende en la universidad!
EL
DESCONOCIDO (muy serio).- No,
disculpe. Eso no lo aprendí en la universidad; eso me lo enseño la vida.
ELLA (súbitamente).- ¿La vida misma? ¿Usted
cree que la vida enseña algo?
EL
DESCONOCIDO.- Estoy convencido.
ELLA.- ¿Qué
enseña? (ÉL debe comenzar a preocuparse
por el diálogo, a dejar el tono indiferente del comienzo)
EL
DESCONOCIDO.- Enseña a sufrir y a gozar, por ejemplo.
ÉL.- ¿Enseña
a sufrir?
ELLA.-
¿Usted cree que se puede aprender a sufrir?
EL
DESCONOCIDO.- Estoy convencido que sí. (En
este momento deben estar más separados que al comienzo.)
ÉL.- ¿Cómo?
EL
DESCONOCIDO: Después de veinte años de sufrimientos diarios uno aprende a
sufrir. Hay diversos grados de sufrimientos. El que ha sufrido mucho los conoce
como la palma de la mano (muestra la
palma). A mí me costó mucho aprenderlo. Pero a fuerza de voluntad lo logré.
ÉL.- ¿Y de
qué le sirvió todo eso?
EL
DESCONOCIDO.- ¡Oh! ¡Inmensamente!. Todos sufrimos, pero no todos sabemos
sufrir. Yo al principio lloraba. Ahora el sufrimiento es un gran amigo mío.
ÉL.-
También, después de veinte años se habrán hecho íntimos.
EL
DESCONOCIDO.- Fuimos al colegio juntos. Somos más que íntimos, a veces nos
confundimos, no sé si es el sufrimiento, soy yo, o es él.
ÉL.- Debe
ser desagradable. Sobre todo cuando se tiene hambre.
EL
DESCONOCIDO.- No, el sufrimiento no come como nosotros. Él se alimenta de
nosotros mismos.
ÉL.- Con
razón está usted tan demacrado.
EL
DESCONOCIDO.- ¿Se nota?
ELLA.- Tengo
la impresión de que ya no es necesario que aprendan francés para que nos
comprendamos.
EL
DESCONOCIDO (conmovido) ¿Le parece?
ELLA.- No es
el idioma ni las palabras lo que hace que nos comprendamos. Es el sufrimiento
lo que nos hace unir.
EL
DESCONOCIDO.- Es verdad, ya ve usted que es un buen amigo.
ÉL (distraído).- Fueron al colegio juntos…
¿Me lo presenta? Yo no lo conozco.
ELLA Y EL
DECONOCIDO.- Se nota que no lo conoce.
(De repente deben entrar en escena
dos vigilantes. Al entrar deben hacer como que caminan con mucha dificultad
entre la gente que está en la reunión. Esto debe ser hecho con mucha mímica.
Uno de ellos se acerca al grupo por detrás del sillón. El otro debe permanecer
más alejado. El primer vigilante se debe colocar detrás de ÉL. Tanto ÉL como
ELLA y EL DESCONOCIDO, no deben mirar hacia atrás)
VIGILANTE
1.-Entregáte, Jorge Ottis. Sabemos que sos responsable del atentado. (ÉL se va a levantar, pero todo queda en un
primer movimiento. Tanto el vigilante 1 como el 2 súbitamente se dirigen hacia
ELLA)
(ELLA debe levantarse como resignada
y ser llevada por detrás del sillón por ambos vigilantes. Deben otra vez eludir
a los invitados. EL y EL DESCONOCIDO deben mirar la escena asombradísimos,
luego se encuentran con la mirada.)
ÉL.- ¡Qué
confusión! Hasta hace un momento creí que yo me llamaba Jorge Ottis.
EL
DESCONOCIDO.- No, no puede ser.
ÉL.- ¿Por
qué?
EL
DESCONOCIDO.- Porque yo me llamo Jorge Ottis.
TELÓN RÁPIDO
Chetooo el libroteeee🤤🤤.
ResponderEliminarq decia jajaksjaa
ResponderEliminara elias le encanto
ResponderEliminarMe dio cancer de pulmon
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