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martes, 28 de diciembre de 2010

Los Evangelios Apócrifos (EL EVANGELIO ARMENIO DE LA INFANCIA CAPITULO XX)

Gamaliel expuso: Escúchame, hijo mío, y lee tal como yo te indique. Y comenzó a nombrar las letras. Mas Jesús lo hizo observar: Maestro, hablas de tal suerte, que no entiendo lo que dices. Esa palabra que acabas de pronunciar, me parece un término de otro idioma, y no lo comprendo. Gamaliel repuso: Es el nombre de la letra. Jesús objetó: Conozco la letra, pero dame su explicación. Gamaliel replicó: ¿Y qué interpretación soportaría esta letra por sí misma? Jesús preguntó: ¿Por qué la primera letra tiene otro aspecto, otra forma y hasta otra figura que las demás? Respondió Gamaliel: Es para que merced a esa circunstancia, hable a nuestros ojos, de modo que la veamos bien, la reconozcamos bien, la discernamos bien, y luego podamos determinar adecuadamente su sentido. Y Jesús dijo: Hablas con cordura y con acierto, pero explícame lo que te pido. Yo sé que toda letra tiene un rango definido, en que se manifiesta su sentido misterioso, que es único y determinado para cada letra. Y gamaliel advirtió: Los antiguos doctores y sabios no han parado su atención en otra cosa que en la forma de la letra y en su nombre. Jesús dijo: Lo sé perfectamente, y lo que quisiera que me procurases es la explicación de la letra. El maestro interrogó: ¿Qué quieres significar con esa petición, que no comprendo? El niño contestó a esta interrogación con otras tres: ¿Qué es la letra? ¿Y qué es la palabra? ¿Y qué es la frase? Y Gamaliel se humilló, diciendo: Dejo a tu cargo la respuesta, porque yo la ignoro. Al oír esto, José se indignó en su alma, y dijo a Jesús: Hijo mío, no repliques así a tu maestro. Comienza por aprender, después de lo cual, sabrás. Y, hecha esta recomendación, se fue silenciosamente a su casa, y contó a María lo que había oído decir, y visto hacer a Jesús. Y ella se entristeció mucho, y le dijo: Ya te advertí de antemano que no se dejaría instruir por nadie. Mas José la tranquilizó, diciendo: No te aflijas, que todo ocurrirá como Dios disponga, Y, al salir de la casa del maestro, José había dejado al niño en el mismo lugar que ocupaba. Y Jesús, tomando la tableta, sin decir nada, se puso a leer, primero las letras, luego las palabras, y finalmente las frases. Y depositó la tablilla ante Gamaliel, y dijo: Maestro, conozco las letras que has escrito. Ahora escribe por su orden las demás letras hasta completarlas todas. Y, prosternándose ante Gamaliel, tomó otra vez la tablilla, y leyó de la misma manera primero las letras, luego las palabras y finalmente las frases. Y nuevamente depositó la tablilla ante Gamaliel, y dijo: Maestro, ¿Has acabado la serie de las letras que habías comenzado a formar? Gamaliel repuso. Sí, hijo mío. He aquí sus nombres reunidos ordenada e íntegramente. Y Jesús dijo: Maestro, todo lo que has escrito, lo he aprendido y lo sé perfectamente. Ahora, para mi instrucción, escríbeme otra cosa, a fin de que la aprenda y la sepa. Y gamaliel replicó: pero dame antes la interpretación de las letras, para que la conozca. Respondió Jesús, y dijo: ¿Tú eres maestro en Israel, y no sabes esto? Respondío Gamaliel y dijo: Todo lo que sé es lo que he aprendido de mis padres. Y Jesús expuso: La letra simple significa por sí misma el nombre de Dios. La palabra que nace de la letra, y que toma cuerpo en ella, es el Verbo encarnado. Y la frase que se expresa por la letra y la palabra, es el Espíritu Santo. De suerte que. En esta Trinidad, la letra simple o Dios engendra la palabra o Verbo, que se incorpora al Espíritu, el cual, al manifestarse, se afirma en la palabra enunciada.

2 comentarios:

  1. Mis queridos amigos, les dejo una bellas palabras de autoría renombrada para enriquecer este bello lugar de encuentro. Saludos campechanos!

    La palabra
    Pablo Neruda
    De Confieso que he vivido

    …Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen… Vocablos amados… Brillan como perlas de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío… Persigo algunas palabras… Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema… Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas… Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto… Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola… Todo está en la palabra… Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció. Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces… Son antiquísimas y recientísimas… Viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada… Que buen idioma el mío, que buena lengua heredamos de los conquistadores torvos… Éstos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo… Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas… Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra… Pero a los bárbaros se les caían de la tierra de las barbas, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes… el idioma. Salimos perdiendo… Salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro… Se lo llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras.

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